El poder de las palabras

He construido para ti una cabaña con mis propias manos, está en un lugar que sé que será de tu gusto.

Hay un bosquecillo con ardillas, una pequeña pradera y un río saltarín que se escucha desde el porche, el sol te despierta por la mañana en la cama y al atardecer podríamos sentarnos en el balancín a ver cómo se esconde detrás de las montañas.

el poder de las palabras
No temas, aunque tardes en venir no se caerá ni se deteriorará, está hecha no de madera o ladrillos, sino forjada a base de recuerdos, sensaciones y sentimientos y el material más resistente de todo el universo, ese que nadie puede aplastar: los sueños.

No es gran cosa, lo sé, pero haga frío o calor, te suceda lo que te suceda aquí tendrás siempre un sitio guardado porque te esperaré hasta el fin del mundo.

Y sintió en lo más profundo de su corazón que aquello era bueno y hermoso, y que nada ni nadie podrían convencerle ya nunca de lo contrario porque ella era él; y él era ella.

Entre ellos se abría un abismo insalvable, imposible de cruzar, mortal, arriesgado, inviolable pero él nunca lo creyó así y poco a poco fue construyendo un puente a base de pequeñas tablillas de palabras.

Primero ella lo miró con ternura, pensando: "está loco"; pero después no pudo evitar cierto placer al verlo trabajar y lo hizo durante el invierno, cuando la lluvia azotaba, y siguió durante el verano, en la época de los calores asfixiantes, y apartó las hojas del otoño para poder continuar colocando las tablillas, y llegó de nuevo el invierno y así pasaron los años.

Contra todo pronóstico el puente creció, fuerte y recio, centímetro a centímetro.

Y ella también ayudó y comenzó a construir su trozo desde la orilla.

Y un día...el puente estaba finalizado y se juntaron y pudieron darse el primer beso.

El puente era eterno y hermoso.

Ahora sólo tenían que decidir cuándo y cómo querían cruzarlo, ella podía viajar hasta él cuando lo necesitase, y él podía acercarse a su ventana para dejarle un cariño en el alféizar.

Un puente secreto entre dos almas e invisible para el resto del mundo; que no se abre salvo que se pronuncie una palabra mágica: amor, no es la belleza lo que hace a alguien diferente entre un millón de personas, es algo más.

No es la belleza lo que hace que alguien te marque para siempre, es otra cosa indefinible que te toca el corazón como un chasquido y eso puede pasar en diez segundos.

Sois afortunados si lo habéis experimentado pero sobre todo, a todas aquellas personas que tienen el valor de echar a correr detrás de un sueño ante el miedo de que se aleje y se pierda en la brisa de la tarde.

Pensaba que las palabras tendrían más poder y veo que se estrellan una y otra vez, como el oleaje en las rocas.

Una y otra vez durante meses y meses, sin que el conjuro de las letras y las palabras y los sonidos y las imágenes logre el hechizo.

Quizás sea la ausencia lo único que queda por intentar pero me temo será también en vano.

Quizás sólo quede perderme en la brisa de la tarde.

Os dejo con la canción...para todos lo que, entre vosotros, habéis apostado por la vida: se titula "Bicho", llena de cordura, la princesa miraba pensativa el fuego encendido en el precioso salón de su palacio.

Miraba las elegantes cortinas, los cómodos cojines, los jardines coloridos que divisaba desde su ventana; disfrutaba de entretenimientos y placeres, las mejores viandas y dulces; cantaban para ella los más renombrados juglares y el príncipe azul dormía con ella cada noche.

Pero envuelta en todo este oropel se sentía prisionera y añoraba, en lo más íntimo, las tardes pasadas refugiada en el fuego mágico de la cabaña del campesino y aunque luchaba por apartarla una y otra vez, no conseguía expulsar la nostalgia que se enredaba en su corazón.

Escaso de cordura, el campesino escuchaba desde lejos la música del palacio y miraba las ventanas iluminadas, los jardines bien cuidados y las fuentes alegres y cantarinas.

Miraba su humilde morada, con pocos muebles pasados de época, y todo le parecía carente de valor, nulo e intrascendente.

Aun así, recordaba con cariño aquellos días en que la princesa tenía frío y acudió a refugiarse cerca del fuego.

Cierto que fueron sólo unos días del invierno, cuando la nieve dominaba los caminos y los tejados pero... ¿y si ella aun le recordaba?

Quizás añoraba su fuego alegre y profundo... Se armó de valor y se acercó al palacio. Al asomarse por la ventana, vio un gran salón lleno de cojines de seda, mantas de lana, cortinas de raso; lleno de todo tipo de viandas, dulces y caprichos. Y, al fondo, presidiendo la estancia, un enorme y resplandeciente fuego.

Fue así como volvió a su cabaña y se sentó a esperar que pasase el invierno en su humilde y tímida fogata, avergonzado de poder pensar que la princesa querría sentarse a su lado y mirando las llamas, lloraba su corazón.